El Corredor de la Muerte
Esta mañana he acudido al Corredor de la Muerte. Que nadie se espante, recientemente la expedición perdió uno de nuestros mejores hombres y teniamos que cubrir su baja. El comité decidió ir a la prisión del pueblo a fiar un preso corpulento para el rol de guardián de nuestra guarida.
El recinto no es muy accesible que digamos, está situado entre unos barrancos por si algún preso quiere escapar que muera en el intento. Tras cruzar las verjas con alambre espinado, unos oficiales nos cachean e inmediatamente nos conducen al montacargas, al ver que no íbamos armados. El ascensor se detuvo en la planta -1, la planta de los presos poco peligrosos. El operario activó la alarma para que los presos dieran un paso al frente. Empezamos mirando hasta el fondo del pasillo, celda por celda buscando el prototipo adecuado. En esas celdas de entre 4 y 5 metros cuadrados no encontrábamos más que yonkis, camellos y algún ratero de pocamonta. El alcaide se nos acercó justo cuando estábamos la final del pasillo y al vernos con cara de disconformidad nos sugerió acceder a la planta inferior. Así lo hicimos.
El alacaide nos acompañó durante el trayecto hasta la planta -2. Se le veia cara de nervioso, pocos eran los que habían fiado a los criminales de la esa planta, que mayoritariamente eran asesinos y violadores. En este piso las celdas eran de un metro cuadrado donde cada habitante de ese zulo sólo veía la luz del pasillo que entraba por la rejilla de la puerta. No buscábamos un criminal, sólo queríamos un experto guardián que nunca llegara a traicionarnos. Descontentos nos volvimos al ascensor para salir del complejo, pero como el alcaide no quería dejar escapar una inversión como la que estábamos dispuestos a hacer, nos hizo parar en seco. Nos presentó a Raiko, un joven corpulento que ingresó después de que su clan lo abandonara en combate. No era peligroso, de hecho nunca cometió un delito, pero el juntarse con esa gente le manchó su honor. Dimos el visto bueno después de un rato de dudando. Era la primera vez que hacía de fiador y lo de negociar se me daba bien, así que depués de pagar 75 chapas por su libertad y que el médico de la instalación le diera un RadAway a Raiko, salimos de ahí. Ya lo considerábamos como uno de los nuestros, pero tendrí que pasar la rigurosa prueba de reclutación.
Raiko, bienvenido a bordo!
El recinto no es muy accesible que digamos, está situado entre unos barrancos por si algún preso quiere escapar que muera en el intento. Tras cruzar las verjas con alambre espinado, unos oficiales nos cachean e inmediatamente nos conducen al montacargas, al ver que no íbamos armados. El ascensor se detuvo en la planta -1, la planta de los presos poco peligrosos. El operario activó la alarma para que los presos dieran un paso al frente. Empezamos mirando hasta el fondo del pasillo, celda por celda buscando el prototipo adecuado. En esas celdas de entre 4 y 5 metros cuadrados no encontrábamos más que yonkis, camellos y algún ratero de pocamonta. El alcaide se nos acercó justo cuando estábamos la final del pasillo y al vernos con cara de disconformidad nos sugerió acceder a la planta inferior. Así lo hicimos.
El alacaide nos acompañó durante el trayecto hasta la planta -2. Se le veia cara de nervioso, pocos eran los que habían fiado a los criminales de la esa planta, que mayoritariamente eran asesinos y violadores. En este piso las celdas eran de un metro cuadrado donde cada habitante de ese zulo sólo veía la luz del pasillo que entraba por la rejilla de la puerta. No buscábamos un criminal, sólo queríamos un experto guardián que nunca llegara a traicionarnos. Descontentos nos volvimos al ascensor para salir del complejo, pero como el alcaide no quería dejar escapar una inversión como la que estábamos dispuestos a hacer, nos hizo parar en seco. Nos presentó a Raiko, un joven corpulento que ingresó después de que su clan lo abandonara en combate. No era peligroso, de hecho nunca cometió un delito, pero el juntarse con esa gente le manchó su honor. Dimos el visto bueno después de un rato de dudando. Era la primera vez que hacía de fiador y lo de negociar se me daba bien, así que depués de pagar 75 chapas por su libertad y que el médico de la instalación le diera un RadAway a Raiko, salimos de ahí. Ya lo considerábamos como uno de los nuestros, pero tendrí que pasar la rigurosa prueba de reclutación.
Raiko, bienvenido a bordo!
1 comentario
Lidia -
Me ha gustado mucho la forma q has tenido d comentar este blog
besos