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mirai

Conociendo buenas amistades

No podía empezar este diario sin la ayuda de un colega que conocí años atrás en un mercadillo de trueques. Era un lugar muy abarrotado y dió la casualidad que el tipo hablaba la misma lengua materna que yo. Ese trocador tenía una parada de ideas y pensamientos, así que le pregunté su opinión respecto un tema que no sabía muy bien de que iba. Me sorprendió mucho que al poco rato ya estubiera dándome tantos conocimientos sin que apenas supeira nada de mí y sin esperar nada a cambio.

Con el tiempo el trocador dejó de deambular y finalmente se instaló a en mi barrio. Se trajo todo el material restante de su casa y emprendió una nueva vida. Recuerdo haber visitado varias veces su casa y haber compartido charlas sobre los conocimientos que me dió. Él iba predicando sus ideas, pero en el barrio no tenía muchos seguidores y se desmotivó. Esa fue la causa por la que acabó trasladándose a una ciudad situada al más al sur.

En su nueva ciudad encontró otros filósofos y escritores que compratían su ideología, por lo que rápidamente se integró en el grupo. De vez en cuando viajaba a otro continente a ver la estrella que más brilla en la galaxia, según él. Yo mantenía contacto con él y en cada ocasión le explicaba mis aventuras como predicador novato, él siempre me respondía con ilustraciones y más conocimiento. Actualmente él se está haciendo más grande en su ciudad y empieza a ser célebre. Espero que algún dia vuelva a mi barrio para así recordar viejos tiempos y poder enseñarle algo de mis conocimientos.

Sin duda, te debo una!

1 comentario

zinic -

A ciertas horas, cuando el reloj deja de serme útil,cuando sé que ya duermen las calles del barrio...Por una de esas casualdiades, que ni tú ni yo logaremos comprender jamás, vi sombras, espectros...era un nuevo aposento contiguo al mio que -sigo sin comprender el porqué- jamás había visitado...y entonces sus puertas de madera, gruesas, pesadas y carcomidas estaban abiertas de par en par...¿sólo para mi?. El interior de la estancia desprendía un hedor que me transportaba a una taberna vikinga...vómitos, excrementos, sudor, sexo y alcohol sin medida. Apenas si quedaban mesas en pie; algunos taburetes y bancos que pedían a gritos la jubilación en ningún caso anticipada. Me adentré en lo que definitivamente parecía una posada...y en un rincón, el más oscuro de ellos encontré a una muchacha, de no más de 20 años, acurrucada, temblando de frío y de miedo, miedo a la luz que entraba de fuera...pobrecilla me dije...No hablaba mi lengua...o tal vez nunca supo hablar...Decidí salir de allí... empezaba a sentir pavor, y miedo, no quería escuchar la verdadera historia de aquella criatura...
Cuando por fin cruce el umbral de la puerta ella se abalanzó a mi... y balbuceando u no sé qué pareció pedirme auxilio...

Cuando escribo en mi ordenador acabo con los dedos llenos de tinta.